miércoles, febrero 14, 2007

EL LIDER DIBUJADO

De paseo por el parque, nos sentamos junto a un hormiguero y observamos la febril actividad de este mundo en miniatura.

Primera impresión: un montón de hormigas corriendo desesperadas sin dirección precisa.

"Nada más alejado de la realidad", Los estudiosos de la etología nos enseñan que cada insecto sabe exactamente qué hacer y adónde ir. La mitad busca alimentos. Un 25 por ciento realiza tareas de mantenimiento. El 25 por ciento restante patrulla la zona.

Las proporciones varían a medida que se modifica el contexto. ¿Se derrumbó un túnel? Algunas hormigas que buscaban alimento se ponen a repararlo. ¿Los stocks de alimento están peligrosamente bajos? Más hormigas salen a buscar hojas. Así, los trabajadores fluyen dinámicamente entre las distintas funciones.

Viajemos por los delgados túneles del hormiguero en busca del jefe que se encarga de asignar las tareas para que funcione tan refinada organización social. ¡Sorpresa! No encontramos un Presidente, ni un gerente de Recursos Humanos, ni un CEO, ni un comité central de planificación. Sí encontramos una hormiga reina. Pero sus funciones se limitan a poner huevos. No tiene ninguna participación en la vida económica.

¿Cómo puede tan aceitada organización funcionar sin un líder?

Las hormigas tienen una asombrosa capacidad de auto asignarse el trabajo sin que nadie les diga qué hacer. Cuando una hormiga pasa junto a una parte derrumbada del hormiguero, automáticamente se pone a trabajar codo a codo con las que ya están realizando tareas de reparación. A través de un intercambio de compuestos químicos, una hormiga puede decirle a otra "se derrumbó el túnel 57". A lo que la primera responde: "ya salgo para allá". A través de este mecanismo, la cantidad de trabajadores en cada tarea se autorregula de acuerdo con las necesidades de la organización. Sin órdenes, sin líderes...

Abandonemos los túneles del hormiguero para introducirnos en los pasillos más complejos de las organizaciones.

Algunos estudios recientes apuntan hacia la creación de un tipo de organización sin líderes. En el artículo "The Half Truths of Leadership", el célebre académico de Stanford, Jeffrey Pfeffer, aboga por una corporación donde el liderazgo no sea necesario. Es posible concebir sistemas organizativos donde los trabajadores logren mantener la motivación y colaboración sin la necesidad de un líder que diga qué hacer y brinde buenas razones para hacerlo. Según Pfeffer, en la organización eficiente, las acciones se autorregulan.

¿Es esto posible?

Una perspectiva economicista de las organizaciones seguramente suscribiría esta proposición. Todo sería modelizable y, por qué no, hasta replicable.

Pero, veamos una propuesta más descartiana. Una empresa que logra desarrollar procesos de funcionamiento eficaces, establecer incentivos alineados con esos procesos y finalmente verifica en la práctica su funcionamiento "exitoso", está muy cerca del modelo "hormiguero". De hecho, los procesos encierran el "conocimiento" de las organizaciones.

Sin embargo ¿qué es lo que hace que dos organizaciones con los mismos proceso e incentivos, no tengan los mismos resultados? La diferencia está en el matiz, en lo sutil, en lo que no se ve a simple vista.

En el caso de las hormigas, cuando una pared del hormiguero se cae, se suma un pelotón de obreras a trabajar codo a codo con sus compañeras. En un equipo de trabajo, para que ocurra lo mismo, tiene que existir cohesión, sentido de pertenencia, compromiso. De nuevo, la diferencia a la que aludíamos antes está en la gente.

La visión economicista no se lleva muy bien con aquellas variables más difíciles de medir o cuantificar. En esa categoría debe encuadrarse la noción del liderazgo. En su libro, "Dirigir y delegar a la vez", el profesor de HEC de París, Michel Fiol, asume la idea de liderazgo: "Crear en los colaboradores la chispa que desencadenará la motivación no es cosa evidente. Lo que sí hemos podido comprobar es que la repetición de la demanda de resultados no tiene efectos demasiado positivos...".

Es posible, entonces, que esa poco evidente chispa de la motivación sea difícil de encontrar en la autorregulación, como ocurre en la aceitada organización del hormiguero. Quizás no quede por ahora otro camino que seguir buscándola desde la complejidad del liderazgo.

Manuel Sbdar
Director de Educación Ejecutiva
Escuela de Negocios de la Universidad Torcuato Di Tella

viernes, febrero 09, 2007

PERSONALIDAD X e Y

Aunque en principio no lo note o no le dé importancia, hacer un trabajo con el cual no estoy conforme en mi empresa puede ser motivo de incomodidad y de peligro. De incomodidad porque tarde o temprano me voy a dar cuenta; y de peligro, porque la empresa también.

Según Douglas McGregor, creador de la Teoría X e Y, que afirma que podemos encontrar dos diferentes personalidades básicas diametralmente opuestas en el ser humano que trabaja. La personalidad X es propia de los individuos a los que les disgusta el trabajo, y siempre que puedan buscarán evitarlo.

Por esta razón, para que alcancen las metas fijadas por su organización deben ser controlados y amenazados con sanciones. Así mismo, evitarán asumir responsabilidades prefiriendo que sea otro el que tome las decisiones. Su principal motivación gira alrededor de su salario y la seguridad que éste puede proporcionarle.

En cambio la personalidad Y es propia de los individuos que se sienten atraídos por su trabajo, resultándoles un desafío atractivo y tentador más que una carga pesada. Su capacidad de autocontrol y el uso de una autonomía responsable hacen innecesario vigilarlo para que cumpla con su tarea. Como si esto fuera poco, no sólo no rehúsa asumir responsabilidades sino que las acepta e incluso las busca.

Una vez definidas estas dos personalidades, seguramente caeremos en la tentación de ubicarnos en la segunda. Antes de caer en esta tan poco imparcial evaluación de nosotros mismos, es bueno saber que ninguna de las dos existe en un 100 por ciento en un mismo individuo. Pero si nos consideramos poseedores de un mayor porcentaje de las características de la personalidad Y que de la X, seguramente nos resultará útil la fórmula del C.P.M. (Cálculo de Potencial de Motivación) establecida por A. Turner y P. Lawrence para determinar qué tan motivador nos resulta el trabajo que estamos realizando.

Para ello podemos distinguir cinco características básicas que puede (o no) poseer nuestra tarea en una empresa:

Variedad de habilidades utilizadas: ¿Es un trabajo innovador y creativo, o por el contrario es sumamente rutinario y repetitivo?

Identidad de la tarea:
¿El trabajo que hago se ve en el producto final, o es tan ínfimo que no se nota mi aporte?

Significado de la tarea:
¿Mi trabajo impacta y resulta importante en los demás, o nadie lo advierte?

Autonomía: ¿Tengo libertad para tomar decisiones acerca de cómo realizar mi trabajo, o debo hacerlo de la manera que me lo imponen?

Retroalimentación:
¿Me entero si mi trabajo fue satisfactorio, o nunca se me informa de mis resultados?

Asignando valores desde 7 (siete) hasta 1 (uno) según que nuestro trabajo tenga mucho o poco respectivamente de cada uno de los factores en la fórmula siguiente, cuanto más alto el resultado (con un máximo de 343) mayor el potencial de motivación, y en consecuencia más conformes con nuestro trabajo estaremos.


ahora que estás advertido, manos a la calculadora. No sea cosa que tu empresa también se entere que esta fórmula existe.


Lic. José Luís Segade
Director “Novedades de la UdeMM"
jlsegade@udemm.edu.ar

miércoles, febrero 07, 2007

EL MAESTRO CONFUCIO

Desde la lejana Eurasia del hombre de Neanderthal, viajamos a la China del quinto siglo antes de Cristo.

Los alumnos se congregaban alrededor del maestro Confucio, a punto de dictar cátedra...

490 A.C. Escuela de Management de Lu, capital del naciente imperio chino.

El Maestro Confucio dicta cátedra. En el suelo, a su alrededor, una decena de los futuros managers imperiales:

—Las artes de gobierno —comenzó Confucio— apuntan a guiar al pueblo. ¿Cómo debe tratar el líder a sus súbditos?

Silencio entre los alumnos.

El Maestro prosiguió:—"El Gran Plan", un texto de un milenio de antigüedad, nos enseña las tres virtudes del liderazgo: reglas, firmeza y dulzura.

Sean firmes al supervisar a quienes carezcan de iniciativa o voluntad. Pero sean dulces con quienes se muestran predispuestos para el trabajo. Cuando el caos acecha, sean duros y decidan rápido. Cuando las aguas se aquietan, confíen en las reglas.

—Maestro, ¿cuál es la función de las reglas?

—Buena pregunta, Chang. El libro de Chou, escrito hace más de 600 años, nos enseña que, en toda organización armoniosa, existen reglas que definen sus distintas partes y las responsabilidades de cada una.

También debe haber funcionarios que auditen su cumplimiento. Sólo la obediencia a las normas es fuente de estabilidad. Nada puede dejarse librado al consejo tormentoso del azar. Las reglas deben establecer la compensación de cada puesto, las faltas por las que deben ser castigados los funcionarios y las penas correspondientes.

Muchos de ustedes son terratenientes... ¿Los campesinos realizan correctamente sus tareas?

-No, Maestro —intervino Liu—. Pierden mucho tiempo y son poco productivos. ¿Cómo puedo enseñarles?

—Si los trabajadores no tienen bien definidas sus tareas, ¿cómo esperas que las ejecuten con éxito? No subestimes la importancia de las reglas, Liu. Debes brindar a los campesinos un conjunto de directivas que les ordene cómo actuar ante cada situación. Hasta sus gestos más insignificantes deben seguir un orden establecido. El trabajador sólo debe repetirlos. ¿Cómo asegurarse de que lo hará? A través de un sistema de premios y castigos.

—Maestro, todo esto es muy complejo. ¿Podría resumir en una simple frase las virtudes que nos harán triunfar como gobernantes?

—Hablas con el ímpetu de la juventud, Huang. ¿Cómo esperas resumir tanta sabiduría en tan pocas palabras? Si insistes, te diré que hay dos virtudes centrales a dominar. Primero, la ética del liderazgo. Cuatrocientos años atrás, el sabio Kaou-yaou dijo: "El líder lleva el bien en su corazón". Si transitas la senda correcta, ¿qué seguidor viajará por el camino equivocado?

Segundo, deja el orgullo de lado. Si llegas a comprender realmente las dificultades del gobierno, estás a un paso de ser un buen gobernante.

Y, por último, grábate esta frase en el corazón: si quieres gobernar a los demás, aprende primero a gobernarte a ti mismo